Rabino Oury Cherki

Jayei Sarah - La pertenencia de la tierra de Israel

Publicado en la página web de Centro Mundial Noájida. El artículo original en hebreo.




Nuestra parashá tiene un nombre sorprendente: se llama Jayei Sarah (La vida de Sara, en hebreo), y lo que es relatado en la parashá es paradójicamente la muerte de Sarah, nuestra madre. Parece que la intención de las Escrituras, lo que intenta nuestra tradición al dar este nombre a la parashá, es decir lo siguiente: Sarah, nuestra madre, comenzó a vivir su vida real, justamente en su muerte. Nuestra madre Sarah aparece como una extrema defensora de la santidad de la Tierra de Israel. Quien defiende el derecho exclusivo del pueblo de Israel a la Tierra de Israel.

En nuestra parashá anterior, Sarah insistió en que Ismael "no heredará … con mi hijo, con Isaac" (Génesis 21:10). También en nuestro parashá, ella es la primera en conducir a asentar una base sólida en la tierra de Israel. Es precisamente su muerte la que la obligó a nuestro patriarca Abraham a encontrar un terreno que sea suyo en la tierra, para poder enterrarla, y con esta acción comenzó el asidero de la nación en la Tierra de Israel: esta es la vida de Sarah, Jayei Sarah.

De hecho, es sorprendente, ¿por qué el comienzo del contacto y propiedad del pueblo judío en su tierra, es precisamente por medio de un entierro? Ostensiblemente, hubiera sido más apropiado, más comprensivo, más agradable, que su conexión fuera precisamente por un campo de cultivo, en el que se trabaja, donde se vivió en él. Pero aquí está la cuestión, esto habría dejado lugar para la duda y el error.

El pensar que la Tierra de Israel pertenece al pueblo de Israel, con la condición de que este trabaje la tierra. Esta idea de que toda conexión de Israel con su tierra depende solo del trabajo duro y de su obra. Es precisamente en las tumbas donde una persona no hace nada, todo lo que hace es reposar en ella. Esto nos enseña que nuestra conexión con la tierra de Israel, nuestro derecho sobre la Tierra de Israel, es un derecho propio, independiente de cualquier acción, un derecho eterno que ninguna acción o decisión puede expropiar nunca. Esta conexión, nuestra conexión con la Tierra de Israel, causa una nueva percepción de Dios. Hasta entonces, el Santo, bendito sea, fue llamado "el Dios de los cielos".

Nuestro patriarca Abraham, habla acerca de Dios con su siervo Eliezer en nuestro parashá, cuando él - Abraham -, estaba en el extranjero, y dice así: "El SEÑOR, Dios de los cielos, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra donde nací, y que me habló y me juró, diciendo: "A tu descendencia daré esta tierra, El mandará su ángel delante de ti, y tomarás de allí mujer para mi hijo.…" (ibid. 24:7), pero cuando Abraham habla del Creador quien lo dirige cuando está ya en la tierra de Israel, él dice: "te haré jurar por el SEÑOR, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito…" (ibid. 24:3). Por lo tanto, vemos aquí una innovación teológica, y a través de la Tierra de Israel se revela que el Santo, bendito sea Él, quien es también "el Dios de la tierra". Como nos ha explicado el Ramban (sobre este versículo 24:3) quien así interpretó siguiendo los pasos de JaZa"l (Nuestros sabios, de bendita memoria) sobre este verso.

Por lo tanto, toda la parashá ronda este tema, la íntima relación de Israel con su tierra, su conexión y posesión de ella.

Al final de nuestra parashá, aparece la necesidad de aclarar los asuntos con el resto de la familia. Esta escrito antes del fallecimiento de Abraham: "y a los hijos de sus concubinas Abraham les dio regalos, viviendo aún él, y los envió lejos de su hijo Isaac hacia el este, a la tierra del oriente" (Ibid 25:6). Al parecer, el destino de la familia de Abraham, es distribuir las diversas vocaciones de Abraham entre las ramas de la familia. Ya hemos visto en la Parashá Lej Leja, que Abraham tenía ambiciones cosmopolitas más allá de sus aspiraciones nacionales universales. Y estas aspiraciones de Abraham continuaron expandiéndose en las ramas de su más antigua familia - los hijos de las concubinas. Y es posible que parte de esta influencia haya llegado al Lejano Oriente, como se dice en nuestra parasha, que fueron "Kedma a la tierra de Kedem", que está en el Lejano Oriente, y es posible que parte de la antigua sabiduría oriental se relacione con Abraham Avinu como se insinua en la hagada que nuestros Rabinos traen en la Parte del Tratado del Talmud, Sanedrín (43a), donde se dice: "que Abraham le dio poderes espirituales a esos pueblos".

En cualquier caso, la esencia del pacto entre Dios y Abraham es a través de Itzjak (Isaac), nuestro padre, quien realmente recibe "todo" lo que es de Abraham, como está escrito: "Abraham dio a Isaac todo lo que poseía" (Genesis 25:5),

"….todo lo que poseía", significa todo lo que es de Abraham de forma intrínseca, que le pertenece esencialmente, a saber, la Tierra de Israel.